Considere cómo comienza su día. ¿Tienen que pasar ciertas cosas para que se sienta despierto y listo para enfrentar su día? ¿Un cafecito, un baño o unos momentos de tranquilidad a solas? Nuestras rutinas matutinas pueden marcar la pauta del resto del día. ¿Y sus hijos? ¿Tienen ellos ciertos “rituales” durante su día?
Probablemente creamos rutinas con los recién nacidos desde el principio. Tal vez los alimentamos siempre en la misma silla. Puede ser que les cantemos las mismas canciones a la hora de dormirlos o usemos la misma voz cariñosa al cambiarles el pañal. Los momentos de estas rutinas son cuando desarrollamos relaciones íntimas con nuestros hijos, quienes saben que pueden contar con que les satisfagamos sus necesidades básicas. También nos permiten verdaderamente sintonizar con las respuestas de nuestros hijos.
Las rutinas ayudan a los niños pequeños a saber qué pueden anticipar. Esto los ayuda a sentirse seguros y les da estabilidad. Además, pueden sentirse más relajados y tranquilos. Es importante comprender la diferencia entre una rutina y un horario.
Un horario es una agenda general de cómo quiere que transcurra su día. Por ejemplo: grupo de juego a las 9, almuerzo a las 11:30, siesta a las 12:30, el súpermercado a las 3:00, la cena a las 5:30, los niños a la cama a las 7:30 y entonces algo de tiempo tranquilo para los padres.
Se puede describir una rutina como la secuencia normal de un conjunto de actividades que normalmente no se sujetan a las horas del reloj. Por ejemplo, en la mañana se levanta, se viste y desayuna; antes de acostarse por la noche, se baña y se cepilla los dientes; antes de dormirse, lee un libro.
Las rutinas suelen repetirse una y otra vez, pero los horarios pueden cambiar de un día a otro, especialmente los fines de semana.
Mientras crecen y se desarrollan los niños, pueden hacerse cargo de algunas de sus propias tareas dentro de una rutina, como las de lavarse las manos o comer sin ayuda. También puede ser que empiecen a resistirse a hacer ciertas tareas porque no quieren dejar lo que están haciendo—como el niño muy activo que no quiere dejar de jugar para que le cambien el pañal.
Las rutinas pueden beneficiar la vida familiar diaria y ayudar a reducir el estrés del hogar. Si la rutina de una niña pequeña incluye guardar sus juguetes después de jugar con ellos, tal vez sea más dispuesta ella a ayudar a recoger mañana, y el día siguiente, y el siguiente. Esto no ocurre automáticamente. Requiere constancia y repetición de parte de los cuidadores.
El establecimiento de una rutina puede ocurrir naturalmente. Considere qué tiende a pasar en la mañana y cuáles cambios le gustaría hacer para que la mañana pase más fluidamente.
Una vez que parezca que funciona bien la rutina, apéguese a ella. Las rutinas de la tarde, como la de escoger la ropa que se pondrá del día siguiente, también pueden prepararlo para el próximo día. Los fines de semana permiten un horario diferente, pero con rutinas similares los niños pueden adaptarse a los cambios.